EPILOGO

 CAPITULO I-II


Hace dos meses se encuentra Rodion Romanovich Raskolnikov en una presión de Siberia. Han transcurrido cerca de dieciocho meses desde el día de su crimen. La instrucción de su proceso no tropezó con mayores dificultades. El culpable repitió sus declaraciones con firmeza, claridad y precisión, sin alterar las circunstancias en su beneficio y sin olvidar el mínimo detalle. Hizo un relato minucioso de todo el desarrollo de su delito, quedo dilucido como se apodero de las llaves de la víctima, describió el cofre; enumero algunos objetos que contenía, explico el asesinato de Isabel, relato la llegada de Koch y como después de el llego el estudiante repitiendo las palabras cambiadas entre ellos, y la huida por la escalera, oyendo los gritos de Nicolás y de Dimitri, para ocultarse en el departamento vacío y el regreso a su domicilio, indico el lugar donde había escondido los objetos robados. Para concluir nada quedo en la sombra. Los investigadores y jueces se extrañaron sobre todo de que el culpable no utilizo el botín en su provecho, consideraron en dictaminar que el crimen había sido cometido bajo el imperio de una demencia momentánea además del estado de hipocondría crónica fue comprobado en particular por el doctor Zossiomov, los de sus ex discípulos, los de la patrona y anastasia. Cuando llego el momento de las preguntas definitivas Raskolnikov declaro con franqueza brutal que lo que llevo a cometer su delito fue la miseria y que había decidido matar por maldad, por bajeza de carácter; irritado por las privaciones. Ante esto el veredicto fue más indulgente porque en lugar de justificarse, más bien agravaba más cargos para su formulación. Porfirio Petrovich cumplió su palabra hasta el fin. Además, se revelaron otros hechos que favorecieron su situación. En definitiva, todo termino con la condena del culpable a ocho años de trabajos forzados de segunda categoría.

Desde la iniciación de su proceso, la madre de Raskolnikov cayó enferma. Dunia y Razumikhin hallaron la forma de alejarla de San Petersburgo. La enfermedad de la mujer era una afección nerviosa bastante extraña, acompañada por una especie de trastorno cerebral. Su hija y su yerno trataron de convencerla de que su hijo estaba en la frontera del país, con una misión que le proporcionaría mucho dinero. Esta circunstancia la llevo a una profunda tristeza, ni si quiera se quejaba de no recibir cartas de su hijo. Dunia llego a alarmarse hasta se le ocurrió que su madre tenía el presentimiento de la espantosa tragedia que pesaba su hijo y que temía interrogarlos por miedo de saber algo más terrible todavía. Pulkeria Alejandrovna no estaba en su sano juicio, pero cada vez era más evidente que sospechaba algo.

Cinco meses después de la confesión de Raskolnikov se dictó la sentencia. Razumikhin lo visito en la presión apenas le fue posible hacerlo, al igual que Sonia. Raskolnikov se mostraba muy preocupado sobre la situación de su madre. Por ultimo Sonia y el emprendieron la marcha hacia el exilio. Dos meses más tarde Razumikhin contrajo matrimonio con Dunia. Pulkeria Alejandrovna bendijo el enlace con alegría, pero después del matrimonio volvió a recaer. Su razón estaba desequilibrada, en cualquier parte que se hallara hablaba de su amado hijo. Cuando su exaltación llegaba ya al límite y sufría continuos excesos de fiebre y delirio una mañana en la que recordó que su hijo le dijo que volvería en nueve meses y ya era el tiempo preciso arreglo todo para él lo que hizo que cayera aún más enferma hasta que dejo de existir. Raskolnikov se enteró del fallecimiento de su madre mucho tiempo después como si ya lo esperara.

Sonia siempre se mantenía en constante correspondencia con Dunia y Razumikhin en sus cartas escribía en forma simple y clara la existencia que Raskolnikov llevaba en el presidio; daba detalles relativos a su estado de salud, lo que deseaba tener, lo que había encargado decirles o lo que se le procurara y las pocas esperanzas que tenía el de su vida. Sonia comunico que ella no conocía el interior de la cárcel pero que seguro era un lugar estrecho e inmundo, declaro la falta de interés de las visitas por parte de su amado que luego se convirtieron en necesidad y la relación tan mala que tenía con sus compañeros de prisión. En su última carta, Sonia anuncio que se hallaba enfermo de gravedad.

Raskolnikov por su parte sentía vergüenza, aun cuando no quería confesarlo y mucho menos a Sonia, por ese motivo la atormentaba con su actitud despreciativa y grosera. Mas aquel sentimiento no era originado por su cabeza rapada ni por sus cadenas, su orgullo era el que le hacía sufrir. Pero por más que analizaba los hechos, no hallaba en su pasado falta alguna particularmente horrible, excepto la de haber fracasado, no le encontraba respuestas a vivir. No sentía arrepentimiento por su crimen. Ya en la prisión, cuando podía reflexionar sus acciones no las hallaba ni tan tontas ni tan monstruosas como le parecerían a otra persona por lo tanto lo único que reconocía como falta era el hecho de no haber podido resistir y de haber ido a entregarse, pero su conciencia estaba tranquila. Este hombre vivía por así decirlo con la vista fija al suelo, sintiendo disgusto a su alrededor, a lo largo esas cosas comenzaron a repugnarle tanto que advirtió que había un abismo infranqueable, espantoso entre él y la gente de la cárcel; nadie lo apreciaba, evitaban su trato. Los criminales empedernidos se burlaban de su crimen y su conducta haciéndolo objeto de sangrientos sarcasmos. Era tanto el odio que le tenían que hasta pensaban matarlo por ateo. Otra cuestión insoluble para él era porque todos amaban a Sonia; la joven no trataba de captarse las simpatías con nadie y solo la veían en ocasiones, no obstante, todos la conocían y estaban enterados de que lo había seguido hasta Siberia. Sabían que era la única muy buena costurera del lugar. Poco a poco entre Sonia y los prisioneros se establecieron relaciones más estrechas, la saludaban respetuosamente y solo tenían elogios para ella.

Raskolnikov paso en el hospital todo el fin de la cuaresma y la semana de la pascua. Al recuperar su salud, recordó un sueño en particular en el que las personas se contagiaban condenados a sufrir una plaga inaudita que hacía que todos perdieran la razón proveniente de los confines de Asia sobre Europa. En la tercera semana posterior a la pascua; Sonia lo pudo visitar solo 2 veces en el hospital y en ese tiempo ella se enfermó de un resfrió benigno lo que para Raskolnikov genero un gran sufrimiento al no poder verla. Al día siguiente partió a su trabajo, en un inmenso galpón construido a las orillas del rio. De repente apareció Sonia, se sentó a su lado, le estrecho la mano con timidez de que la despreciara como antes. Ese día sus manos no trataron de separarse Raskolnikov la envolvió en sus brazos, se le arrodillo y lloro profundamente, al principio Sonia sentía mucho temor de la situación luego comprendió que él la amaba sin lugar a dudas. Ambos quisieron hablar, pero no les fue posible. En sus rostros demacrados se resplandecía el amanecer de un nuevo provenir, de una completa resurrección de la vida. El amor martirizado los había hecho renacer. Sus corazones encerraban fuente inagotable para el otro. Resolvieron esperar y tener paciencia. Debían permanecer siete años más en Siberia. Pero Raskolnikov había resucitado, le constaba y lo sentía en todo su ser regenerado. Aquel día hasta los reclusos lo habían mirado de otro modo, pensaba todo el tiempo en Sonia. Rememoro como le hizo sufrir y la forma en que le desgarro el corazón, pero esos recuerdos ya no eran dolorosos: Sabia con que el amor sin límites iba a rescatar todos esos sufrimientos. Por parte de Sonia, ella se sentía dichosa que su felicidad casi le asustaba. La nueva vida de Raskolnikov traería unos cuantos esfuerzos. Pero aquí inicia una nueva historia de una lenta renovación de un hombre.

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LIBRO CRIMEN Y CASTIGO

 OBRA DEL AUTOR  Autor  FIODOR M. DOSTOIEVSKI  Traductor  Vitres, Eduardo Alonso  Derechos editoriales  Editorial Skla   Director  Jorge Jav...